domingo, 22 de febrero de 2009

Los cuatro elementos de la naturaleza (II)

Tu Tarot Personal en Zaragoza

Irremediablemente necesitamos aproximarnos más a este antiguo código.
Es importante entender que, al igual que los veintidós arcanos mayores del Tarot dignifican y representan la evolución del ser humano en todos sus niveles, los cuatro elementos representan todas las fuerzas y facultades que poseemos y que debemos aprender a equilibrar.

Por este motivo el Tarot y el código elemental mantienen un vínculo tan estrecho, porque en realidad el Tarot es el antiguo libro de los cuatro elementos; es el viaje del ser humano descubriendo en sí mismo y en lo que le rodea a los cuatro elementos, conociéndolos, experimentándolos, equilibrándolos.

La Alquimia, la gran ciencia primigenia de la que nacieron todas las demás y que ya estudiaban los sabios egipcios largo tiempo atrás (y seguramente civilizaciones anteriores), se basaba en los cuatro elementos de la existencia y está sintetizada en las cartas del Tarot (consulta la Tabla Esmeralda del apartado "La huella de Toth en el Tarot")

Fueron aquellos alquimistas los que nos legaron este código, y las pruebas de las que disponemos apuntan a que fue el misterioso sabio Toth, más tarde escriba, y más tarde "dios", quien se lo legó a ellos.

Desde luego no parece una casualidad que las cuatro caras de la Gran Pirámide de Giza apunten con precisión milimétrica a los cuatro puntos cardinales, que por aquella época ya simbolizaban a los cuatro elementos. Así como tampoco es fortuito que la esfinge, el ya estudiado guardián simbólico de aquellas tierras, sintetice a estos cuatro arquetipos con diferentes formas animales, que llevan milenios siendo nuestros signos del zodíaco.

Lo que pretende esta síntesis es, al igual que el Tarot, mostrarnos el equilibrio absoluto entre las cuatro fuerzas que estudiamos. Alcanzar este equilibrio en uno mismo ha sido, es y será siempre el objeto de aquellos que se interesen por el código elemental, sean cuales sean sus creencias, filosofías, estilos de vida o religiones.

Todo en el cosmos y en la existencia es dual. En la naturaleza, en la vida, y en todos y cada uno de nosotros existe esta dualidad. Esta dualidad no puede existir sin opuestos, el equilibrio entre ellos es lo que forma la unidad.

La filosofía oriental expone muy bien el concepto de equidad entre los elementos: el yin, la parte negra del taijitu, es el opuesto femenino, el polo pasivo, receptivo, la luna, la noche, la oscuridad... contiene a los dos elementos femeninos, la tierra y el agua;

el yang, la parte blanca del taijitu, es el opuesto masculino, el polo positivo, activo, emisivo, el sol, el día, la luz... contiene a los dos elementos masculinos, el aire y el fuego.

Los cuatro elementos simbolizan estas fuerzas opuestas:
la tierra (femenino) es el cuerpo, y el aire (masculino) es la mente.
O el agua (femenino) es la adaptación, y el fuego (masculino) es la transformación.

Sin embargo, aunque sean opuestos, están "destinados" a atraerse e influenciarse, y por consiguiente a equilibrarse.

Por ello el yin contiene algo de yang y viceversa, como vemos en los puntos de diferente color en el taijitu, porque cada uno "siembra su semilla" en el otro.

Hace milenios, estudiando el cosmos y la naturaleza, los antiguos alquimistas egipcios distinguían a los elementos dentro de sí mismos, e intentaban combinar sus diferentes fuerzas para evolucionar y encontrar el equilibrio. Hoy día los místicos wiccanos y los meditativos budistas zen mantienen, cada uno a su manera, el mismo cometido.

Observando el diagrama de los elementos (abajo) vemos que cada uno reina simbólicamente un punto cardinal. Existe una simbiosis o afinidad entre los elementos del mismo género que nos ayuda a empezar a comprenderlos: la tierra y el agua (el noroeste en el diagrama) se relacionan y equilibran con mayor facilidad que con sus opuestos, y al igual ocurre entre el aire y el fuego (el sureste).
En la naturaleza, las tierras de cultivo sólo son fértiles cuando se les proporciona agua; análogamente, la llama (fuego) no puede existir sin oxígeno (aire). Vemos pues que en la vida dependen unos de los otros, y en nuestro interior también existe esta conexión: nuestro cuerpo físico (tierra) está sujeto a los poderosos cambios emocionales (agua) que sufrimos; y así mismo, nuestro vigor y nuestra energía espiritual y creativa (fuego) dependen en gran medida de lo positivo o negativo de nuestra actitud mental (aire)

Las flechas en línea recta que emergen de los elementos activos, aire y fuego (este y sur), simbolizan su tendencia a influenciar fácilmente a los pasivos, tierra y agua (norte y oeste); por ello nuestra mente (aire) tiende a influenciar constantemente a nuestras emociones (agua) positiva o negativamente, equilibrándonos o desequilibrándonos. De la misma forma, nuestra energía espiritual, nuestra individualidad (fuego), tiende a cambiar radicalmente nuestra forma de percibir y valorar el mundo que nos rodea (tierra)


Las flechas más pequeñas que emergen de cada una de las cuatro direcciones simbolizan la poderosa tendencia que cada elemento tiene a encontrarse con su propio opuesto. Este proceso puede resultarnos aún más conflictivo, pues para equilibrarse la balanza entre ambos, ambos deben "ceder" al otro una parte de importancia o "desprenderse del exceso" que representan y que hemos acumulado en nuestras vidas:

así como la tierra nos hace realistas y mundanos, el aire nos hace imaginativos y utópicos;
ya que uno representa lo físico y el otro lo mental, nuestra propia naturaleza y personalidad casi siempre hacen que valoremos más a uno que a otro, que "tengamos más tierra", por lo que seremos tozudos y materialistas, o que "tengamos más aire", lo que nos volverá unos inquietos soñadores.

El agua y el fuego también deben encontrar su propio equilibrio, pues uno representa la adaptación a lo que nos rodea y el otro la propia expansión de la inpidualidad;

ya que uno rige nuestras emociones y el otro nuestra voluntad, nuestra propia forma de ser suele hacer que nos volvamos o muy emotivos y caritativos para con los demás o demasiado egocéntricos y poco considerados.

Así es como los elementos tienden a influenciarse unos a otros para equilibrarse y cómo nosotros mismos potenciamos y valoramos más a unos que a otros en el proceso, desequilibrando nuestra propia balanza interior y volviéndonos personas extremistas.
Comúnmente nuestros desequilibrios ya vienen marcados desde el día en que nacemos, y es nuestro signo astrológico el que nos da la primera pista. Averigua a qué elemento pertenece tu signo del zodíaco y sus puntos débiles y fuertes. Para ello dedicaremos, más adelante, un apartado en nuestro estudio.

Si eres sincer@ contigo mism@ reconocerás cuál o cuáles de los cuatro elementos tienen más peso en tu vida y están desequilibrando a los demás, y deberás hacer un esfuerzo en pos de lograr el equilibrio para tí mism@ y para los que te rodean. Pero no culpes en sí a ninguna de estas cuatro fuerzas ni les adjudiques negatividad alguna, pues ellas no son las causantes de tu falta de armonía; nada más lejos, son las que te ayudarán a recuperarla.

No dudes que el contacto con la naturaleza te ayudará en este propósito, y cómo no, ten presente que el Tarot te guiará en cada uno de tus pasos.

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